Hoy día 23 de junio es la víspera de uno de los días más celebrados a lo largo y ancho de la geografía peninsular, San Juan. Una festividad que se suele asociar con hogueras y pirotecnia, pero que en Oliete se vivía de una manera muy distinta.
En la noche del día 23 al 24, los olietanos acostumbraban a bajar al río a lavarse la cara, con la creencia de que si lo hacían quedarían exentos de legañas por todo un año. Esta tradición es básicamente un ritual de purificación, que habría quedado como reminiscencia del origen pagano de la festividad, que muchos estudios vinculan con celebraciones prehistóricas del solsticio de verano, que en época cristiana se habrían hecho coincidir con las del nacimiento de San Juan Bautista.
Ya en el día 24, las familias y grupos de amigos se acercaban a la partida del Regatillo, en cuyos campos y bancales hacían la «sanjuanada», una comida campestre en la que el plato principal eran los caracoles. También era muy habitual recoger una hierba también llamada «sanjuanada» o «sanjuanera», que en estas fechas saca flores de color amarillo muy vivo (véase en la foto de esta publicación).
Tras la comida, las gentes regresaban a sus casas con ramos de esta hierba en tono festivo, pero sin propasarse demasiado, pues eran días de mucha faena, al encontrarse en el inicio de la temporada de siega. Por este motivo, la fiesta de San Pedro, originalmente celebrada el día 29 de junio, se trasladó en Oliete al Lunes de Pascua, época con menor carga de trabajo en el campo.
En la actualidad todo lo descrito solo existe en la memoria de los más mayores, y tanto la víspera como el día de San Juan son en Oliete una fecha más en el calendario.
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El contenido de este artículo ha sido cedido por @galarchos, colaborador y gran conocedor de la historia del pueblo.
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